viernes, 13 de mayo de 2011

¿Por qué enseñamos Derecho?

En este día y tomando en cuenta como está la situación en mi país, mi querido México, yo me pregunto ¿Por qué enseñar el Derecho?

Sí, parecería un contrasentido cuando se observa cada vez más la caída de los ideales de Justicia y de servicio a los más necesitados. Cuando lo que prevalece es la ley del más fuerte, del más poderoso políticamente o del que tiene más recursos económicos.

En esos momentos en que flaquea la voluntad porque –otra vez- al parecer la esperada sentencia se dictó en las cámaras privadas de mi contraparte en lugar del sitial del Juez; surge a veces la interrogante ¿y tú, para qué les enseñas Derecho a los muchachos?

Cuando vemos que los tribunales de amparo, ésos que antes significaban la garantía de que la Constitución enderezaría el entuerto, se hallan más ocupados en buscar con lupa (en las leyes y en la jurisprudencia que ellos mismos elaboran) una razón para no entrar al estudio de fondo o, de plano, para no conceder el Amparo; más ocupados, decía, que en averiguar cómo reparar las injusticias cometidas por nuestras autoridades.

Cuando la diosa Justicia ha sido desbancada y atropellada por la poderosa diosa Estadística en nuestros más altos tribunales, en función de que ahora cuenta más cuántos casos se resuelvan que cómo se resuelva tu caso. Yo me pregunto ¿por qué te esmeras en enseñar Derecho?

Tal vez el origen de mi tozudez sea mi genealogía, tal vez lo sea el orgullo de vivir en Jalisco, cuna de Mariano Otero, creador del juicio de amparo junto con el yucateco Manuel Crescencio Rejón. O tal vez mi afición por la historia. Esa musa que puede ver los eventos de hoy como un simple grano de arena que pasa por la cintura estrecha de un reloj grande y magnífico que cuenta la civilización por milenios, no por sexenios.

Me figuro que es una mezcla de estas tres cosas: la sangre, la tierra y la historia. Junto con un ingrediente principal: el gusto por la enseñanza.

¿Qué maestro podría encaminar a sus alumnos hacia una vida mejor, si no tuviera ideales?

¿Saben qué? Una vez le dije a mis alumnos: es cierto, hay mucha ignorancia y corrupción allá afuera. Yo ya combatí por muchos años en mi pequeña esfera de influencia ese mal. Ahora les toca a ustedes, los jóvenes. Sorpresivamente no encontré ningún rechazo a mi propuesta, al contrario, observé como recibieron el testigo con orgullo.

Claro, son los jóvenes los que nos van a sacar de esta postración. Su desesperación puede convertirse en rebeldía creativa y constructiva.

Desde entonces conozco la mejor razón para seguir enseñando Derecho. Yo colaboro compartiendo mi experiencia y algunos conocimientos, ellos los reciben y me hacen sentir vivo. Gracias, muchachos.

Gonzalo X. Villava (Mayo, 2011)

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